La Alquimia del Tarot (Parte 2)

sábado, 25 de octubre de 2014



                                            Alquimia

Tres son los Principios básicos en los que se funda toda la Alquimia. Y es con la interacción y conjugación de estos Principios (que se encuentran en todas las cosas), con los que el aprendiz de alquimista cuenta, a fin de realizar su tarea de transmutación. Estos Principios son: 


El Azufre es activo (+). El Mercurio es pasivo (). Y la Sal, que liga los dos Principios anteriores, tiene una energía que se puede calificar de neutra (N).


Está claro que estos Principios son energías presentes en el plan del mundo y del hombre. Y también que ellos no deben tomarse exclusivamente de forma literal y material, en el sentido de que éstos constituyen elementos físicos del mundo sustancial, sino como las instancias productoras y activas de toda la materia. Sin embargo, ellos se encuentran también explícitos en la naturaleza, y los símbolos con los que se los describe no son en absoluto arbitrarios ni casuales.

Ejemplo: el color plateado del Mercurio, asimilado también a la luna y la receptividad, y su movilidad y ductibilidad, asociada al principio femenino, etc. Para la Alquimia, entonces, todo lo creado, ya sea lo manifestado en forma concreta, o lo inmanifestado a los sentidos ordinarios (no lo Inmanifestado que por definición es no engendrado), está compuesto de estos tres Principios, de cuya interacción y conjugación nacen todas las cosas.

Debemos recordar que el Athanor es el horno, caldero o cocina alquímica, donde se cuecen estos Principios continuamente, y los elementos minerales que de ellos derivan, los cuales llevan dentro de sí esta división tripartita. El mundo entero es un Athanor donde constantemente se separan, se juntan y se resuelven, el Azufre, el Mercurio y la Sal.

Del mismo modo, en el interior de todo ser humano, y especialmente en su psique, ánima o alma, es donde estas
energías se oponen, se contradicen y se unen, provocando una perenne dialéctica de desequilibrios y equilibrios constantes, los que conforman en su última y más alta instancia, la armonía universal. Ya que el perpetuo desequilibrio de las partes, es al mismo tiempo la posibilidad del orden del conjunto. Esta dinámica es una dialéctica en la que los opuestos no se excluyen, sino que tienden a volver a reunirse, por necesidad. El hombre profano no conoce esta armonía, pues ignora esta ley y tiende a separar, dividir y destruir, aun sin advertirlo, motivo por el cual su mundo es ajeno y está invertido con respecto a la sabiduría que brinda de forma permanente el libro abierto de la naturaleza.

Los niveles del horno alquímico o Athanor, equiparados a niveles o estados de conciencia del ser humano se corresponden con los planos del Arbol de la Vida. Atsiluth es equiparado al espíritu o Espíritu Universal; Beriyah y Yetsirah al alma o alma universal subdividida a su vez en psiquismo superior e inferior, mientras que Asiyah se identifica con el cuerpo. Debemos señalar que las operaciones del alquimista están invertidas con respecto a la manifestación universal, ya que ellas van de lo más grosero a lo sutil, mientras que los efluvios divinos recorren el Arbol de lo sutil a lo grosero.

La Tríada
Lo dicho más arriba, referido a la Alquimia, puede representarse, en verdad, por la figura de un triángulo equilátero. Ya sabemos que el símbolo, y la idea que éste refleja, puede ser expresado por una figura geométrica, un número, un ritmo o un gesto. El triángulo equilátero sintetiza esta realidad de los principios universales, y su figura y las especulaciones indefinidas a que da lugar puede mostrar, de una sola vez, las energías y las potencialidades de la Idea, transmitiéndonos así, en forma cabal, su conocimiento y las innumerables sugerencias a que da lugar.

Pueden transponerse ahora a este triángulo, los conceptos de Creación, Conservación y Destrucción (o mejor, Transformación), presentes en toda cosmogonía tradicional, y que constituyen la conocida Trimûrti de la tradición hindú, manifestada por los dioses Brahmâ, Vishnu y Shiva.

Pero no solamente de una única y exclusiva manera se representan los conceptos que los símbolos expresan, sino que pueden figurarse de distinto modo, permaneciendo la Idea invariable, de la cual ellos son un soporte para su meditación. Tomaremos otra tríada que el
símbolo de la rueda expresa: espíritu, alma y cuerpo. En este caso el espíritu corresponde al centro, el alma a la recta que une centro y periferia, y a esta última el cuerpo.

Lo mismo es válido para la tríada de cielo, hombre y tierra, e igualmente es claro que el punto central del círculo corresponde a Kether, la periferia a Malkhuth y dentro de esos dos polos se alinean las demás sefiroth, o sea el resto del Arbol cabalístico.

Cábala
Las primeras tres sefiroth, que forman el Mundo de las Emanaciones (Olam ha Atsiluth) son llamadas Kether, Hokhmah y Binah, que significan "Corona", "Sabiduría" e "Inteligencia", como ya dijimos.

Aunque se manifiestan como tres cifras o numeraciones (expresadas, respectivamente con los números 1, 2 y 3), la Cábala nos advierte desde el inicio que se trata de una sola energía que constituye lo que es llamado la "Triunidad de los Principios", el Rey del que emana toda la Creación, tanto los seres visibles como los invisibles. Hokhmah
es el Padre, Binah la Madre y Kether su Unidad. Expresan un gran misterio, aunque conforman tres en apariencia (desde el punto de vista de los seres manifestados), realmente son uno solo en su esencia, pues se hallan fundidos en la Unidad del Ser, a la que se refieren.

Hokhmah es el sujeto activo (+) del Conocimiento; Binah el objeto pasivo (); y Kether el Conocimiento mismo. Pero en su realidad indivisible, es el mismo Ser el que conoce, el que es conocido y el propio Conocimiento. No debemos pretender comprender este misterio insondable, pero sí podemos, en nuestra meditación, intentar elevar el pensamiento y el alma hacia esas esferas, y comenzar a experimentar en nuestro interior, mágicamente, aunque sea en forma refleja, las energías secretas que percibiremos como una presencia de la realidad metafísica, oculta en nosotros mismos, la cual nos trasciende, pero a su vez nos envuelve.

Por arriba de Kether, aún se halla Ain, cuya traducción es "Nada" en el sentido de No Ser: la verdadera idea de lo supracósmico y lo suprahumano. Kether es nuestro antepasado mítico y podemos visualizarlo como el Anciano de los Días, el Gran Abuelo. Hokhmah, el Padre de Padres o Sol de Soles, es la eterna Sabiduría cuyas chispas fecundan perennemente a Binah, la Madre de Madres o Madre Mayor, la que recibiendo la fuerza de Hokhmah que la penetra, la refleja con su Inteligencia discriminando los seres y dando forma a toda la Creación, aún no manifestada.

Réstanos mencionar que esta Triunidad a la que nos hemos referido, es llamada en términos filosóficos la de los Principios Ontológicos del Ser, y su materia y estudio constituyen la Ontología.

Ya hemos dicho que el segundo plano, en el Arbol de la Vida, es llamado por la Cábala Olam Ha Beriyah, que significa "Mundo de la Creación", y está constituido por tres esferas (números 4, 5 y 6) que forman un triángulo con el vértice hacia abajo, invertido con respecto al primer plano de Atsiluth o "Mundo de las Emanaciones". La N° 4 es llamada Hesed (Gracia, Amor, Misericordia); la N° 5 Gueburah (Rigor) y también Din (Juicio); y la N° 6 Tifereth (Belleza o Esplendor). En este mundo, o plano, constituido por estas tres últimas Sefiroth, residen espíritus sutiles, o Arcángeles, que son los Arquetipos de toda la Creación. Las ideas puras a cuyas leyes obedecen todos los seres manifestados, de las que estos últimos no son sino sus reflejos ilusorios y pasajeros.
Hesed y Gueburah emanan simultáneamente, siendo el primero el Creador y Constructor, y el segundo el Discriminador y Destructor. Hesed es una energía expansiva, de la que brota a borbotones la Gracia ilimitada, produciendo constantemente nuevas criaturas, a las que inunda con su Amor y Misericordia.

Pero para que pueda haber equilibrio en la Creación, precisa la acción también constante de Gueburah, que se encarga de negar todo lo que no es la Unidad, permitiendo por su poder destructivo que todos los seres retornen nuevamente a ella, de la que provienen y a la que habrán de volver indefectiblemente. Hesed es el Demiurgo, que puede ser visualizado como un Rey o Emperador sentado en su trono, en tiempo de paz, ordenando y permitiendo la construcción de su imperio o reinado. Es padre bondadoso y generoso que se encarga de legislar, afirmar y dar, mientras no se manifiesta como un ser terrible.

Gueburah en cambio puede ser observado como un rey montado en su carro de guerra, portando las armas que son sus atributos. Es también un hierofante o iniciador en los misterios, guardián y transmisor de la Tradición y la doctrina, que con el profundo rigor que lo caracteriza destruye la mentira y enseña la verdad.

Sin embargo, dice la Cábala que Hesed y Gueburah son uno solo, y no podrían existir el uno sin el otro, siendo la esfera N° 6, Tifereth, la Belleza Divina, la que se encarga de neutralizarlos y unirlos, constituyendo el Centro de Centros o Corazón del Arbol, que se encarga de ligar tanto lo derecho y lo izquierdo como lo de arriba y abajo.

En Tifereth se entrelazan todos los colores y se interrelacionan todas las sefiroth. Se puede ver a esta esfera como un niño que nace, como un Rey esplendoroso, o como un dios o héroe que se sacrifica; y asimismo como un puente, o como una puerta estrecha que separa el mundo inferior del superior.

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