La Alquimia del Tarot

sábado, 25 de octubre de 2014



Alquimia

Toda la transmutación alquímica, ya sea material o espiritual, es producida por el fuego y se cuece en el Athanor, caldero análogo al alma humana. El aspirante a alquimista ha de tener presente que en todo su trabajo ese fuego interno sea continuo y constante. Que no se encienda tanto, que por su causa arda y se pierda nuestro ánimo, ni que tampoco disminuya al grado de apagarse.

En el mantenimiento de ese fuego y en el control natural de su
potencia, radican los principios básicos de la Alquimia. Sin embargo, para poder equilibrar esas energías, es imprescindible conocerlas, sin negarlas ni darlas por supuestas. Poco sabe el hombre ordinario de lo más elemental del conocimiento de otras realidades y de sí mismo. Toma sus fobias y manías, o sea su personalidad, como su identidad, sin ver que ha extraído estos condicionamientos del medio, de modo imitativo y carente de significado y trascendencia. La doctrina tradicional, constituye una guía y un camino por donde puede encauzarse nuestra pasión por saber y nuestro amor por el Conocimiento.

La mente "personalizada" no puede consigo misma. Por lo que
más nos valdría reconocer nuestra ignorancia, que la mayor parte de las veces no es sino apego a descripciones ajenas de la realidad, por intermedio de las cuales inconscientemente hemos tratado de organizar nuestra existencia. La doctrina tradicional es por eso una garantía, en el sentido de que facilita y concentra el mantenimiento y la graduación de ese fuego interno por medio de la comprensión y el aprendizaje. La Alquimia reconoce cuatro elementos básicos, o principios de la "materia", los que combinados alternativamente entre sí producen la sustancia del universo.


Estos elementos son:




Cábala

Para todas las tradiciones siempre han existido dioses, o energías
intermediarias entre el Ser Supremo y sus expresiones fenoménicas. En las grandes tradiciones monoteístas actualmente vivas (judaísmo, cristianismo, islamismo), esas funciones son cumplidas por nombres divinos, arcángeles y ángeles. 

Ellos designan atributos o estados del Ser Universal, y son las sefiroth propiamente dichas.

El Arbol Sefirotico se halla dividido en cuatro planos, o mundos, que en la tridimensión son cuatro niveles o jerarquías, en las que se encuentran estructuradas todas las cosas. Estas jerarquías se escalonan de lo más alto a lo más bajo (del 1 al 10) y van de lo más sutil a lo más denso. 

De lo invisible a lo grosero. De las causas más profundas y secretas a los fenómenos perceptibles por los sentidos. Este despliegue de energías (de la inmanifestación a la manifestación) constituye la doctrina de las emanaciones de la Cábala, y describe el proceso cosmológico; conforma un modelo del Universo. 
Y como el macrocosmos (mundo) y el microcosmos (hombre) son análogos, estas sefiroth se corresponden con estados físicos, psíquicos y espirituales del ser humano, que puede conocerlos y vivirlos en su interior.

Nota
Olam Ha Atsiluth, cuya traducción significa Mundo de las Emanaciones, es el plano más alto y está constituido por las sefiroth Kether (1), Hokhmah (2) y Binah (3), que configuran la triunidad de principios ontológicos anteriores a la solidificación de todas las cosas. De esta tríada emanan las energías más sutiles, que en orden sucesivo numeral (1, 2, 3) van a dar a la sefirah número 4, como primera manifestación de esos principios en el plano de los arquetipos. Olam Ha Beriyah constituye el Mundo de la Creación. Está compuesto por las sefiroth Hesed (4), Gueburah (5) y Tifereth (6). Allí se producen las primeras formas, que se manifiestan sutilmente en el nivel posterior. Olam Ha Yetsirah o Mundo de las Formaciones, está constituido por las sefiroth Netsah (7), Hod (8) y Yesod (9). Su irradiación termina en Olam Ha Asiyah o Plano de la Concreción Material, perceptible por los sentidos, que está integrado únicamente por Malkhuth (10). Esta es la esfera de donde debemos partir en nuestros trabajos ascendentes. En realidad constituye la única sefirah visible de todo el Arbol, estando compuestas las demás de energías sutiles, pero verdaderamente existentes.

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