Simbolismo

jueves, 23 de octubre de 2014


                           


                  SECCIÓN: SIMBOLISMO E IDEOGRAFÍA

 ¿No es siempre un símbolo para quien sabe distinguir, una revelación más o menos clara, o confusa, de lo semejante a Dios?... Al través de todas las cosas... brilla débilmente algo de la Idea Divina. Más aún: la enseña más elevada que han encontrado jamás los hombres y que han abrazado, la cruz misma, no posee significación alguna, salvo una accidental y extrínseca. CARLYLE, Sartor Resarius

 El estudio del significado oculto en cada una de las leyendas religiosas y profanas de cualquiera nación, ya sea grande o pequeña, y especialmente en las tradiciones del Oriente, ha ocupado la mayor parte de la vida de la que estas líneas escribe. Ella es de los que poseen la convicción de que ninguna fábula mitológica, ningún suceso tradicional de las leyendas de un pueblo, ha sido en tiempo alguno pura ficción, sino que cada una de semejantes narraciones encierra algo de verdaderamente histórico. En esto difiere la autora de aquellos mitólogos, por grande que sea su reputación, que no ven en cada mito más que la confirmación de la tendencia supersticiosa de los antiguos, y que creen que todas las mitologías han tenido su origen en los mitos solares y se basan en los mismos.

A semejantes pensadores superficiales les ha puesto admirablemente en el lugar que les corresponde el poeta y egiptólogo Mr. Gerald Massey, en una conferencia sobre “Luniolatría, Antigua y Moderna”. Su crítica acerada es digna de reproducirse en esta parte de nuestra obra, por ser eco fiel de nuestros propios sentimientos, tan abiertamente expresados desde 1875, cuando escribimos “Isis sin Velo”. 

 Durante los últimos treinta años, el profesor Max Müller ha estado enseñando en sus libros y discursos, en el Times, Saturday Review y en varias revistas, desde la tribuna de la Royal Institution, en el púlpito de la Abadía de Westminster, y en su cátedra de Oxford, que la mitología es una enfermedad del lenguaje, y que el antiguo simbolismo era resultado de algo parecido a una aberración mental primitiva. “Sabemos -dice Renouf, repitiendo a Max Müller, en sus conferencias de Hibbert- que la mitología es la enfermedad que brota durante un estado peculiar de la cultura humana”.

 Tal es la trivial explicación de los no evolucionistas, y semejantes explicaciones son todavía aceptadas por el público inglés, que piensa por cerebros de otros. 

El profesor Max Müller, Cox, Gubernatis y otros tratadistas de mitos solares, nos han descrito al primitivo inventor de mitos como una especie de metafísico indo germanizado, proyectando su propia sombra sobre una niebla mental, y hablando ingeniosamente del humo, o por lo menos de las nubes; convirtiendo el cielo sobre su cabeza en la cúpula del país de los sueños, pintarrajeada con las imágenes de pesadillas aborígenes.

 Conciben al hombre primitivo a su semejanza, y le contemplan como irresistiblemente inclinado a la propia mixtificación, o como dice Fontenelle, “sujeto a contemplar cosas que no existen”.

 Ellos han presentado bajo un aspecto falso al hombre primitivo o arcaico, como inducido desde un principio y de un modo estúpido, por una imaginación activa y falta de dirección, a creer toda suerte de falsedades, que eran inmediata y constantemente contradichas por su propia experiencia diaria; como un necio fantástico en medio de aquellas feas realidades con que le agobiaba la experiencia, a manera de los iceberg aplastantes que dejan sus huellas en las rocas sumergidas en el mar. 

Quédame por decir, y algún día se reconocerá como cierto, que estos maestros, aceptados como tales, no se han aproximado más a los principios de la mitología y del lenguaje, que el poeta Willie de Burns a Pegaso. 

He aquí mi contestación: Es sólo un sueño del metafísico teórico, creer que la mitología fuese una enfermedad del lenguaje o de cualquier otra cosa que no sea su propio cerebro. El origen y el significado de la mitología ha sido totalmente equivocado por estos traficantes en mitos solares. 
La Mitología era un modo primitivo de objetivar el pensamiento primitivo. Estaba fundada en hechos naturales, y todavía puede comprobarse en los fenómenos. 

Nada hay de insano ni de irracional en ella, cuando se la considera a la luz de la evolución, y cuando se comprende por completo su manera de expresarse por el lenguaje de los signos. La locura consiste en tomarla por historia humana o por revelación Divina (1).

La Mitología es el depósito de la ciencia más antigua del hombre, y lo que principalmente nos interesa, es lo siguiente: cuando sea de nuevo interpretada correctamente, está destinada a ocasionar la muerte de aquellas falsas teologías a que sin saberlo ha dado origen (2).

 En la fraseología moderna se dice algunas veces que una afirmación es mítica en proporción de su falsedad; pero la antigua mitología no era un sistema o modo de falsificación en ese sentido. Sus fábulas eran medios de comunicar hechos; no eran ni falsificaciones ni ficciones... 

Por ejemplo, cuando los egipcios representaban a la luna como un gato, no eran tan ignorantes que supusiesen que la luna era un gato; ni veían en su extraviada fantasía parecido alguno de la luna con un gato; ni tampoco era el mito-gato mera expansión de metáfora verbal, ni tenían ellos intención de crear embrollos y enigmas... 

Habían observado simplemente que el gato veía en la oscuridad, y que sus ojos aumentaban y se hacían más luminosos por la noche. La Luna era durante la noche el vidente en los cielos, y el gato era su equivalente en la tierra; y así el gato doméstico fue adoptado como un signo natural y representativo, como una pintura viviente del orbe lunar... 

Y de esto provino que el Sol, que en el mundo de abajo veía durante la noche, pudo también ser llamado el gato, como sucedió, porque también vela en las tinieblas. El nombre del gato es mau en egipcio, que significa vidente, de mau, ver. 

Un tratadista de mitología asegura que los egipcios “imaginaban un gran gato tras del sol, el cual era la pupila del ojo del gato”. Pero esta suposición es por completo moderna. es la mercancía de Max Müller en el mercado.

 La Luna, como gato, era el ojo del sol, porque reflejaba la luz solar, y porque el ojo refleja la imagen en su espejo. En la forma de la diosa Pashtr, el gato vigila por el sol, sujetando y destrozando con su garra la cabeza de la serpiente de las tinieblas, llamada su eterna enemiga. Ésta es una exposición muy correcta de los mitos lunares bajo su aspecto astronómico. 

Sin embargo, la Selenografía es la menos esotérica de las divisiones de la simbología lunar. 

Para dominar la Selenognosis -si se nos permite la invención de la palabra- es necesario llegar a conocer a fondo algo más que su significado astronómico. 

La Luna está íntimamente relacionada con la Tierra, como se ha mostrado en las Estancias; y está más directamente relacionada con todos los misterios de nuestro Globo, que el mismo Venus-Lucifer, hermano oculto y alter ego de la Tierra (3). 

 Las infatigables investigaciones de los mitólogos occidentales, especialmente de los alemanes, durante el último siglo y en el presente, han hecho ver a las personas libres de prejuicios, y, por supuesto, a los ocultistas, que sin el auxilio de la simbología (con sus siete divisiones, por completo desconocidas de los modernos), ninguna escritura sagrada antigua puede ser comprendida correctamente.

 La simbología debe ser estudiada en cada uno de sus aspectos, pues cada nación tiene su método peculiar de expresión; en una palabra, ningún papiro egipcio, ninguna olla india, ningún ladrillo asirio ni ningún manuscrito hebreo, debe leerse y aceptarse literalmente.

 Esto lo saben los eruditos. Las sabias conferencias de Mr. Gerald Massey, bastan por sí solas para convencer a cualquier cristiano de recto criterio, que el aceptar la letra muerta de la Biblia, equivale a caer en un error más grosero y supersticioso que cualquiera de los que hasta el presente ha elaborado el cerebro de los salvajes insulares del mar del Sur. 

Pero el punto en que el orientalista -ya sea arianista o egiptólogo- que más ame la verdad, y que con más ahínco la busque, parece que continúa ciego, es el hecho de que cada uno de los símbolos en los papiros u ollas, es un diamante de muchas facetas, cada una de las cuales, no sólo encierra varias interpretaciones, sino que se relaciona igualmente con varias ciencias. 

De esto es un ejemplo la interpretación que se acaba de citar de la luna simbolizada por el gato, ejemplo de imagen sidéreo-terrestre; pues la luna encierra muchos otros significados además de éste, en otras naciones. Según ha sido demostrado por un sabio masón y teósofo, Mr. Kenneth Mackenzie, en su Royal Masonic Cyclopedia , hay una gran diferencia entre el emblema y el símbolo.

 El primero “comprende una serie mayor de pensamientos que el último, el cual, puede decirse más bien que encierra una sola idea especial”. De aquí que los símbolos -lunares o solares, por ejemplo- de varios países, comprendiendo cada uno una idea o series de ideas especiales, forman colectivamente un emblema esotérico. El último es “una pintura o signo concreto visible, que representa principios o una serie de principios, comprensibles para aquellos que han recibido ciertas instrucciones (Iniciados)”. 

Diciéndolo aún más claro, un emblema es generalmente una serie de pinturas gráficas, consideradas y explicadas alegóricamente, y que desarrollan una idea en vistas panorámicas, presentadas unas después de otras.


 De este modo los Purânas son emblemas escritos. Igualmente lo son el Antiguo o Mosaico y Nuevo o cristiano Testamentos, o la Biblia, y todas las demás Escrituras exotéricas. La misma citada autoridad dice: Todas las sociedades esotéricas han hecho uso de los emblemas y los símbolos, como sucede con la Sociedad Pitagórica, la de los eleusinos, la de los Hermanos Herméticos de Egipto, la de los Rosacruces y la de los Francmasones.

 Muchos de estos emblemas no son de conveniente divulgación, y una diferencia muy pequeña puede hacer que el emblema o símbolo difiera grandemente de su significado. Los sigilla mágicos, fundados en ciertos principios de los números, participan de su carácter; y aun cuando parecen monstruosos y ridículos a los ojos del ignorante, demuestran todo un cuerpo de doctrina a los que han aprendido a reconocerlos.

 Las sociedades antes mencionadas, son todas comparativamente modernas; pues ninguna de ellas se remonta más allá de la Edad Media. ¡Cuánto más conveniente no es, pues, que los estudiantes de las escuelas arcaicas más antiguas se abstengan de divulgar secretos de una importancia mucho más capital para la humanidad (por ser peligrosos en manos de ignorantes), que los llamados “secretos masónicos”, que se han convertido actualmente, como dicen los franceses, en los de Polichinela! Pero esta restricción puede tan sólo aplicarse al significado psicológico, o más bien al psicofisiológico y cósmico del símbolo y emblema, y aun así, sólo parcialmente.

 Un Adepto debe negarse a participar las condiciones y modos que conducen a una correlación de elementos (ya sean psíquicos o físicos), que pueden producir resultados perniciosos lo mismo que benéficos; pero siempre está pronto a comunicar al estudiante serio, el secreto del antiguo pensamiento en todo lo que se refiere a la historia que se halla oculta bajo símbolos mitológicos, suministrando así un horizonte mayor a la vista retrospectiva del pasado, que contenga datos útiles relacionados con el origen del hombre, la evolución de las Razas y la geognosia; y, sin embargo, esta es la queja del día, no sólo entre los teósofos, sino también entre los pocos profanos que se interesan en el asunto: ¿Por qué -dicen- no revelan los Adeptos lo que saben?

 A esto se les podría contestar: ¿Cómo han de hacerlo, toda vez que de antemano sabemos que ningún hombre científico aceptaría, ni siquiera como hipótesis, y mucho menos, por tanto, como teoría o axioma, los hechos que le comunicasen? ¿Habéis llegado vosotros siquiera a aceptar o creer en el abecé de la Filosofía Oculta que contiene el Teosophist, el Buddhismo Esotérico, y otras obras y revistas? ¿No ha sido, hasta lo poco que se ha dado, ridiculizado y escarnecido, y confrontado con la “teoría animal” y con la del “mono” de Huxley y de Haeckel por un lado, y con la costilla de Adán y la manzana por otro?

 A pesar de estas perspectivas tan poco envidiables, se da en la obra presente una multitud de hechos; y el origen del hombre, la evolución del Globo y de las Razas, humanas y animales, se tratan ahora con toda la extensión que la escritora puede hacerlo. Las pruebas que se han presentado en corroboración de las antiguas enseñanzas, se hallan esparcidas en todas las escrituras de las civilizaciones de la Antigüedad. 

Los Purânas, el Zend Avesta y los antiguos clásicos, están llenos de ellas; pero nadie se ha tomado la molestia de recopilar estos hechos y confrontarlos entre sí. La causa de ello es que todos estos hechos fueron registrados simbólicamente; y que los más expertos, las inteligencias más penetrantes entre nuestros arianistas y egiptólogos, han sido oscurecidas por conceptos preconcebidos, y aún con más frecuencia, por los puntos de vista parciales del significado secreto. 

Sin embargo, hasta una parábola es un símbolo hablado; según piensan algunos, no es más que una ficción o fábula; mientras que nosotros decimos que es una representación alegórica de realidades, de la vida, de sucesos y de hechos. Y así como de una parábola se deduce siempre una moral, siendo esta moral una verdad y un hecho real de la vida humana, del mismo modo se deducía un hecho histórico verdadero (por aquellos que estaban versados en las ciencias hieráticas), de ciertos emblemas y símbolos registrados en los antiguos archivos de los templos.

 La historia religiosa y esotérica de todas las naciones se encontraba embebida en los símbolos; nunca fue literalmente expresada en muchas palabras. Todos los pensamientos y emociones, toda la instrucción y conocimientos revelados y adquiridos de las primeras Razas, tenían su expresión pictórica en la alegoría y en la parábola. ¿Por qué? Porque las palabras habladas tienen una potencia no sólo desconocida, sino que no se sospecha siquiera, ni se cree naturalmente por los “sabios” modernos.

 Porque el sonido y el ritmo están estrechamente relacionados a los cuatro Elementos de los antiguos; y porque tal o cual vibración en el aire, es seguro que despierta los Poderes correspondientes, y la unión con los mismos produce resultados buenos o malos, según el caso. Nunca se permitió a ningún estudiante recitar narraciones de hechos históricos, religiosos, ni reales, con palabras que claramente los determinasen, para evitar que los Poderes relacionados con tales sucesos pudiesen ser atraídos nuevamente. Tales acontecimientos se narraban tan sólo durante la Iniciación, y todos los estudiantes tenían que registrarlos en los símbolos correspondientes, sacados de su propia mente y examinados después por su Maestro, antes de ser definitivamente aceptados. 

Así, paulatinamente, fue creado el Alfabeto Chino, del mismo modo que poco antes de éste habían sido determinados los símbolos hieráticos en el antiguo Egipto. En la lengua china, cuyos caracteres pueden leerse en cualquier otra lengua, y el cual, como acaba de decirse, es poco menos antiguo que el alfabeto egipcio de Thoth, todas las palabras tienen su símbolo correspondiente, en forma pictórica. Esta lengua posee muchos miles de tales símbolos, letras o logogramas, cada uno de los cuales significa toda una palabra; pues letras propiamente, o un alfabeto, como lo entendemos, no existen en el idioma chino, como tampoco existían en el egipcio, hasta una época mucho más cercana.


 De este modo, un japonés que no sepa una palabra de chino, al encontrarse con uno de esta nación que nunca haya oído la lengua del primero, se puede comunicar con él por escrito, y se comprenderán perfectamente, puesto que su escritura es simbólica. La explicación de los principales símbolos y emblemas, es lo que ahora se intenta; pues el Libro III, que trata de Antropogénesis, sería excesivamente difícil de comprender sin un conocimiento preparatorio, al menos de los símbolos metafísicos. Por otro lado, no sería justo entrar en la lectura esotérica del simbolismo, sin tributar el debido homenaje a quien ha hecho un grandísimo servicio en este siglo, descubriendo la clave principal de la antigua simbología hebrea, entretejida de modo acentuado con la metrología, una de las claves de lo que fue en otro tiempo Lenguaje del Misterio universal. Me refiero a Mr. Ralston Skinner, de Cincinnati, autor de The Key to the Hebrew-Egyptian Mystery in the Source of Measures (Clave del Misterio Hebreo-Egipcio en el Origen de las Medidas), a quien por este concepto damos las gracias. Místico y kabalista por naturaleza, trabajó durante muchos años en este sentido, y sus esfuerzos fueron verdaderamente coronados de gran éxito.

Según él mismo dice: El que esto escribe está completamente seguro de que hubo un antiguo lenguaje que se ha perdido para los tiempos modernos hasta la época presente, pero cuyos vestigios, sin embargo, existen en abundancia...

El autor descubrió que esta razón geométrica (la razón integral numérica del diámetro a la circunferencia del círculo) era el origen, muy antiguo y probablemente divino..., de las medidas lineales... Parece casi probado que el mismo sistema de geometría, de números, de razón y de medidas, era conocido y usado en el continente de la América del Norte, aun antes que lo conocieran los descendientes semitas... La particularidad de este lenguaje era que podía estar contenido dentro de otro, de un modo oculto, y que no podía ser percibido sino con la ayuda de ciertas instrucciones especiales; letras y signos silábicos poseían al mismo tiempo, los poderes o significado de los números, de las figuras geométricas, las pinturas, o la ideografía y símbolos, cuyo objeto dibujado era expresamente auxiliado por parábolas en forma de narraciones o porciones de narraciones; y a la vez podían ser expuestas separada, independientemente y de varios modos, por medio de pinturas, en trabajos en piedra o en construcciones de tierra. Para esclarecer una ambigüedad referente al término lenguaje, diré: primero, que esta palabra significa la expresión hablada de las ideas; y segundo, que puede significar la expresión de las ideas en otra forma.

Este antiguo lenguaje está de tal modo compuesto en el texto hebreo que, por medio de los caracteres escritos, al ser pronunciados forman el lenguaje primeramente definido, puede comunicarse, intencionalmente, una serie de ideas muy distintas de las que se expresan por la lectura de los signos fonéticos. Este segundo idioma manifiesta veladamente series de ideas, copias en la imaginación de cosas sensibles, que pueden ser dibujadas, y de cosas que pueden clasificarse como reales sin ser sensibles; como, por ejemplo, el número 9 puede ser tomado como una realidad aun cuando no tiene existencia sensible; asimismo una revolución, puede tomarse como dando lugar, o produciendo una idea real, a pesar de que semejante revolución no tiene substancia.

 Este lenguaje de ideas puede consistir en símbolos que se hallen concretados en términos y signos arbitrarios, que tengan un campo muy limitado de conceptos sin importancia, o puede ser una lectura de la Naturaleza, en alguna de sus manifestaciones, de un valor casi inconmensurable, para la civilización humana. Una imagen de algo natural, puede dar origen a ideas de asuntos coordinados que radien en varias y hasta en opuestas direcciones, como los rayos de una rueda, dando lugar a realidades naturales que pertenezcan a un género de ideas muy distinto de la tendencia aparente de la lectura primera, por la que se principió. Una noción puede originar la noción relacionada; pero al tener esto efecto, todas las ideas resultantes, por muy incongruentes que en apariencia sean, tienen que brotar del símbolo original y estar armónicamente relacionadas unas a otras. 

Así pues, con una idea dibujada, lo suficientemente radical, puede llegarse a idear el cosmos mismo hasta en sus detalles de construcción. Semejante lenguaje común no se emplea ya; pero el que esto escribe se pregunta si en alguna época muy remota no era esta lengua, o una semejante, de uso universal en el mundo, y poseída, a medida que se moldeaba más y más en sus formas de arcano, por sólo una clase o casta selecta de la humanidad.


Quiero decir con esto, que el lenguaje popular o nativo comenzó, aun en su origen, a ser usado como vehículo de este modo especial de comunicar las ideas. Sobre este punto los testimonios son de mucha fuerza; y verdaderamente, parece como si en la historia de la raza humana hubiese tenido lugar, por causas que no podemos averiguar, por lo menos en el presente, la desaparición o pérdida de un lenguaje primitivo perfecto, y de un sistema perfecto de ciencia. ¿Deberemos decir perfecto porque era de origen y de importancia divino? (4). “Origen divino” no quiere significar aquí una revelación de un Dios antropomórfico, en una montaña en medio de truenos y relámpagos; sino, según lo entendemos, un lenguaje y un sistema de ciencias comunicados a la primera humanidad por una humanidad más avanzada, tan elevada, que fuese divina a los ojos de aquella humanidad infantil; en una palabra, por una “humanidad” de otras esferas: Esta idea no contiene nada de sobrenatural, y el aceptarla o rechazarla, depende del grado de presunción y arrogancia, de la persona a quien se le exponga. Porque, si los profesores de la Ciencia moderna confesasen tan sólo que, aun cuando nada saben del destino del hombre desencarnado -o más bien, no quieren aceptar nada-, sin embargo este futuro puede estar preñado de sorpresas y de revelaciones inesperadas para ellos (cuando sus Egos se vean libres de sus cuerpos), entonces el escepticismo materialista tendría mucha menos fortuna que la que tiene.

¿Quién de ellos sabe, o puede decir, lo que sucederá cuando el Ciclo de Vida de este Globo toque a su fin, y hasta nuestra madre Tierra caiga en su último sueño? ¿Quién osará afirmar que los Egos divinos de nuestra humanidad -al menos los elegidos de entre las multitudes que pasan a otras esferas- no se convertirán a su vez en los instructores “divinos” de una nueva humanidad, por ellos generada, en un nuevo Globo, llamado a la vida y a la actividad por los “principios” desencarnados de nuestra Tierra? Todo esto puede haber sido la experiencia del Pasado, y estos extraños anales yacen embebidos en el “Lenguaje del Misterio” de las edades prehistóricas; el lenguaje ahora llamado SIMBOLISMO.

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